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.La invasión de Cuba en realidad era el plan de reserva, puesto que la primera opción simplemente era matar a Castro.En un sorprendente ejemplo de la vida real imitando a una película de serie B, en agosto de 1960 la CIA contrató a la mafia para que liquidase a Castro.La cadena de mando deslumbraba por su complejidad: Bissell dio las instrucciones a su colega de la CIA Sheff Edwards y Edwards ordenó a James O'Connell, también de la CIA, que se ocupase del trabajo.O'Connell después subcontrató el trabajo a Robert Maheu, investigador privado que hacía los trabajos sucios de la Agencia, y Maheu se lo pasó al mañoso Johnny Roselli.Roselli reclutó a Momo Salvatore Giancana, el jefe de la mafia de Chicago y a Santos Trafficante, el antiguo jefe de la mafia de La Habana.Y aquellos dos dechados de virtudes de la seguridad nacional se encargaron de contratar al verdadero asesino.Lo más sorprendente es que casi funcionó.Giancana y Trafficante tenían numerosos planes para matar a Castro:asesinarle gracias a un producto facial para su famosa barbamatarle con un cigarro envenenadodrogarle para que empezase a soltar divagaciones sin sentido en un programa de radio en directoenvenenar su comida favoritarepresentar la «muerte accidental» de su fiel hermano Raúl.Pero debido a la combinación de planes absurdos, el ángel de la guarda de Castro y la mala suerte, todo falló.Algunos métodos quedaron por probar, incluido un láser dirigido a su entrepierna o sumergirle en un gran recipiente de aceite hirviendo.Bissell y la CIA habían probado el éxito y sabían dónde conseguir la receta.En 1954, la Agencia había iniciado una misión para derrocar al presidente de Guatemala, Jacobo Arbenz Guzmán, culpable de flirtear con los comunistas.Arbenz escapó a Europa, Moscú, y finalmente, de entre todos los lugares posibles, acabó aterrizando en Cuba.Espoleados por aquella victoria de un golpe llevado a cabo con éxito, la Agencia estaba segura de que la función estaba lista para ir de gira.Y Cuba era la siguiente parada lógica.¿Qué sucedió?: Operación «Un día de playa»En 1960, la original visión de Bissell para la conquista de la Cuba comunista requería solamente un ordenado grupo formado por unas pocas docenas de infiltrados, que debían llegar ocultos bajo el manto de la oscuridad y que fomentarían una guerrilla insurgente.Un beneficio añadido a aquel plan era que la operación sería lo suficientemente pequeña para que orgánicamente pareciese cubana.Sin embargo, Richard Bissell no tenía por costumbre pensar a pequeña escala.La misión iba avanzando lentamente mientras Bissell retocaba su plan.Cuando finalmente lo desveló, el plan requería «una acción de choque», lo que en la jerga de la CIA significaba una invasión militar a gran escala.Bissell se dejaba llevar por su entusiasmo.No obstante, luego se olvidó de contárselo a alguien.Bissell lo mantuvo en secreto por razones estratégicas.Sus propios informes de la CIA de noviembre de 1960 afirmaban que una invasión militar cubana, incluso con más de 3.000 soldados, fracasaría.La CIA concluyó que la única forma de derrocar a Castro sería desembarcar a los marines.Bissell nunca contó una sola palabra de este informe a nadie y, por el contrario, alimentó la invasión, todo por su cuenta.El plan de Bissell era el siguiente: 1.500 rebeldes cubanos entrenados por los americanos, transportados en barco desde Guatemala, desembarcarían en una remota playa en la costa meridional de Cuba, esperarían unos días mientras un improvisado apoyo aéreo repelía al ejército cubano formado por 200.000 hombres.El país estallaría en una histeria anticastrista, y los rebeldes, a los que entonces se unirían los líderes cubanos (que estarían escondidos en un hotel de Manhattan hasta que la invasión hubiese sido llevada a cabo), simplemente tendrían que dirigirse a La Habana y hacerse con el gobierno, igual que había hecho Castro, con alguna parada ocasional para tomarse un refrescante mojito.Una operación encubierta divertida y fácil con la total negación de su implicación por parte de Estados Unidos [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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