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.―Amonis puede hacerle lo mismo a cualquiera de nosotros, pero siempre es peor cuando se trata de otro, de alguien que amas.Casi no noté que Vespasia se había unido a nosotros, sentándose en la tierra pues no había más espacio libre en la piedra.Oailos sabía tan bien como yo lo que se sentía, sólo que aquellos a los que amaba, fueran quienes fueran, habían sido separados de él cuando fue embarcado como penitente.Yo podía soñar con rescatar a Ravenna, pero él ignoraba dónde se encontraba el resto de su familia.―Según el punto de vista de Amonis, los inquisidores tienen derecho a hacernos eso a cualquiera de nosotros ―prosiguió Oailos―.En eso no se diferencian de ningún otro poder invasor de la historia.Lo que los hace tan terribles es que afirman haber sido designados por derecho divino, no sencillamente por el uso de la fuerza.Si todo se debiese tan sólo a su capricho no serian mejores que las bestias, pero pueden transformar un capricho en un artículo de fe e imponerlo sobre todos los habitantes de Aquasilva.―¿Fue tan sólo un capricho? ―dije, preguntándome por qué mi voz sonaba tan extraña―.Amonis necesitaba culpar a alguien del accidente.―Quizá haya sido así, pero ya has oído el sermón, el modo en que lo justificaba.No fue la necesidad de Amonis de azotar lo que ha dejado a Ravenna con cicatrices que le durarán toda la vida.Fue la voluntad de Ranthas.―Hizo entonces una pausa y añadió―: ¿Fue acaso la voluntad de Ranthas la que le causó las antiguas cicatrices?Negué con la cabeza.―No ―admití―, eso sólo fue pura maldad, y ni siquiera fue un sacerdote quien se las hizo.De hecho, al contrario que las cicatrices de un látigo ordinario, las producidas por mi hermano seguían provocando sufrimiento, en ocasiones tan agudo que había oído a Ravenna gritar de dolor mientras dormía en la habitación contigua, suplicándole a su torturador que se detuviese.Desde entonces, ella no había permitido nunca que nadie tocase su piel y ni siquiera dejó que los médicos le aplicasen unas cremas que logramos encontrar.En cambio, insistió en ponérselas ella misma.―Ravenna sobrevivirá ―sostuvo Vespasia, pero eso sólo sirvió para avivar mi furia contenida.―¿Acaso sobrevivirá siempre? ―objeté―.Ithien me dijo que yo había nacido con mala estrella, pero ella lo ha pasado varias veces peor que yo.Y retiro lo que acabo de decir.Mi hermano puede haber sostenido el látigo, pero los sacerdotes fueron tan responsables de sus latigazos como lo han sido hoy.Incluso Oailos pareció conmocionado esta vez, y me di cuenta de que no habría tenido que decir eso.Otro desliz de mi lengua que difícilmente podía permitirme.―¿Tu hermano le hizo eso? ―preguntó Oailos.―Mi hermano era un monstruo.La torturaba para hacerme sufrir a mí.―¿Qué sucedió?―Está muerto ―afirmé, y mi satisfacción sólo fue nublada por el recuerdo de sus últimos instantes, cuando la persona que alguna vez había sido sustituyó al monstruo en que se había convertido.―Fuera lo que fuese lo que sucedió en el pasado, lo que ha ocurrido hoy es imperdonable.Vespasia asintió.―Para Amonis era más importante castigarla que llorar a los muertos.Incluso, aunque fuese haletita, Murshash merecía un epitafio mejor.―Murshash ha muerto ―dijo Oailos con firmeza―.Quizá fuese el mejor de todos los haletitas, pero para él éramos esclavos.Admito que es una pena que muriese él y no Amonis, pero no más que eso.Cerca de una hora más tarde, Amonis anunció que bajaría a la represa, al abismo, para investigar las ruinas que había allí.Sólo se llevó al mago mental y todos nos sentimos felices de su ausencia (todos con excepción de Sevasteos e Ithien).Al parecer, Amonis había dejado instrucciones de que empezásemos a prepararnos para la siguiente etapa de los trabajos.Habíamos concluido lo que se suponía que debíamos hacer, pero estaba claro que tenían en marcha un proyecto mucho más amplio
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