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.Ahora lo entend�a, los Morlocks eran como un mundo de monjes pacientes quetrabajaban incansablemente para comprender el funcionamiento de nuestro granuniverso.Finalmente -al final del tiempo- la gran Esfera, con su Memoria mec�nica y suspacientes sirvientes Morlocks, se convertir�a en algo similar a un dios,atrapando el Sol.�Estaba de acuerdo con Nebogipfel en que no pod�a haber una meta m�s alta parauna especie inteligente!Hab�a ensayado mis próximas palabras, y las dije con cuidado:-Nebogipfel, deseo regresar a la Tierra.Trabajar� con ustedes en la M�quinadel Tiempo.Discutimos la propuesta, �pero no necesit� m�s persuasión que �sa! Nebogipfelno parec�a albergar ninguna sospecha y no me interrogó m�s.Por lo tanto, me prepar� para dejar aquella pradera sin sentido.Mientrastrabajaba, pensaba.Sab�a que Nebogipfel -deseoso de adquirir la tecnolog�a del viaje en el tiempo-aceptar�a mi propuesta.Y me dol�a en cierta forma, a la luz de mi nuevacomprensión de la dignidad esencial de los nuevos Morlocks, �que ahora me vieseobligado a mentirle!Volver�a a la Tierra con Nebogipfel, pero no ten�a intención de permanecerall�; ya que tan pronto como llegase a la m�quina, pretend�a escapar hacia elpasado.19DE C�MO ATRAVES� EL ESPACIO INTERPLANETARIOMe vi obligado a esperar tres d�as hasta que Nebogipfel dijo que estabapreparado para partir; era, me dijo, cuestión de esperar hasta que la Tierra ynuestra parte de la Esfera estuviesen en la configuración adecuada una conrespecto a la otra.Mis pensamientos se dirigieron al viaje que me esperaba con algo de expectación-no miedo, porque ya hab�a sobrevivido a uno de esos viajes interplanetarios,aunque inconsciente- y algo de inter�s.Especulaba sobre la forma en que elyate espacial de Nebogipfel estar�a propulsado.Pens� en Verne, que hab�a hechoque los miembros del club de Baltimore disparasen un rid�culo ca�ón, con unabala tripulada, entre el espacio de la Tierra a la Luna.Pero bastan unos pocosc�lculos mentales para mostrar que la aceleración necesaria para disparar unproyectil m�s all� de la gravedad de la Tierra ser�a tambi�n suficiente paraextender mi cuerpo y el de Nebogipfel por el interior de la bala como si fuesenmermelada de fresa.Entonces, �qu�?Se sabe que el espacio interplanetario carece de aire; por lo que no podr�amosvolar como p�jaros hacia la Tierra, porque los p�jaros dependen de la capacidadde sus alas para batir contra el aire.�Sin aire no hay sustentación! Quiz�,supon�a, el yate espacial estar�a propulsado por alg�n tipo avanzado de cohete,ya que los cohetes vuelan al emitir hacia atr�s la masa de su combustible yaconsumido.Eso funcionar�a en el vac�o del espacio, si se lleva ox�geno paramantener la combustión.Pero �sas eran especulaciones mundanas, ancladas en mi mentalidad del siglodiecinueve.�Cómo podr�a saber lo que ser�a posible en el a�o 657.208 d.C.?Imaginaba yates capaces de moverse contra la gravedad del Sol como si fuese unviento invisible; o, pens�, podr�an manipular el campo magn�tico.As� se desató mi imaginación hasta que Nebogipfel vino a buscarme, yadefinitivamente, al Interior.Al entrar en la oscuridad de los Morlocks permanec� con la cabeza hacia arribamirando la luz solar que se alejaba; y, justo antes de ponerme las gafas, �mepromet� que la próxima vez que sintiese el calor de la estrella del hombreser�a en mi propio siglo!Supongo que esperaba que me llevase al equivalente Morlock de un puerto, congrandes yates espaciales de �bano anclados contra la Esfera como barcos del�nea contra un muelle.Bien, no fue as�; Nebogipfel me escoltó -a una distancia de no m�s de unaspocas millas, v�a Suelo rodante- a un �rea sin artefactos, ni divisiones y sinMorlocks, pero tambi�n bastante normal
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