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.Mientras observaba, Duncan vio que los gholas reparaban en él, uno a uno.Lo miraron con ojos de adulto en sus cuerpos de niños, y luego siguieron jugando, inventando, experimentando con los juguetes.Aunque las actividades parecían perfectamente normales, un grupo de supervisoras tomaba nota diligentemente de cada interacción, de cada juguete que escogían, de cada pelea.Se fijaban en las preferencias en colores, en las amistades que hacían, y analizaban los resultados buscando posibles significados.El bashar Miles Teg, otra leyenda reencarnada, entró en la cámara.Le sacaba a Duncan media cabeza, y vestía pantalón negro y camisa blanca, con la insignia dorada en el cuello, el símbolo de su rango pasado como Bashar.—Nunca me acostumbraré a verles así, Miles.Es como si hubiéramos jugado a ser Dios al elegir a quiénes resucitábamos y a quiénes manteníamos bajo llave celular.—Algunas decisiones eran obvias.Aunque las células estaban ahí, es evidente que no queremos a otro barón Harkonnen, a otro conde Fenring o a Piter de Vries.—Frunció el ceño con desaprobación al ver que el bebé de Leto II, con su pelo negro, lloraba porque había perdido un gusano de arena de juguete ante Liet-Kynes, de tres años.—Yo amaba al pequeño Leto y su hermana Ghanima —dijo Duncan— cuando eran gemelos huérfanos.Y, como Dios Emperador, Leto me mató una y otra vez.A veces, cuando ese pequeño ghola me mira, tengo la sensación de que ya tiene los recuerdos del Tirano.-­Meneó la cabeza.—Algunas de las hermanas más conservadoras —dijo Teg— piensan que hemos creado un monstruo.—Leto II, aunque era más pequeño que Kynes, peleó con fiereza por su juguete—.Su muerte provocó la Dispersión, la Hambruna… y ahora, por causa de aquella gran y despiadada diáspora, hemos provocado que un Enemigo venga a por nosotros.¿Es este realmente un fin aceptable para su Senda de Oro?Duncan arqueó las cejas y dijo pensativo, de mentat a mentat:—¿Quién puede decir si la Senda de Oro ha llegado a su fin? Incluso después de tanto tiempo, quizá todo esto sea parte del plan de Leto.No subestimes su presciencia.En tanto que gholas, él y Teg habían asumido buena parte de la responsabilidad del proyecto.Los verdaderos problemas aún tardarían años en aparecer, cuando los niños alcanzaran un nivel de madurez suficiente para despertar sus recuerdos.En lugar de ocultarles la información, Duncan insistía en que tuvieran libre acceso a los datos sobre sus vidas previas, con la esperanza de que eso les ayudaría a convertirse en armas útiles más deprisa.Aquellos niños eran como espadas de doble filo.En ellos podía estar la clave para salvar a la no-nave de futuras crisis, o quizá ellos serían quienes provocaran los problemas.Eran más que seres de carne y hueso, más que personalidades individuales.Representaban un sorprendente despliegue de talentos en potencia.Como si acabara de tomar una importante decisión, Teg entró en la sala, separó a los dos niños y buscó otros juguetes para tenerlos contentos.Duncan seguía mirando, y pensó en todas las veces que él mismo había tratado de asesinar al Dios Emperador y cuántas veces Leto II lo había devuelto a la vida en forma de ghola.Si hay alguien capaz de encontrar la forma de vivir para siempre, ese es él.40Todo juicio oscila siempre al borde del error.Proclamar el conocimiento absoluto es monstruoso.El conocimiento es una aventura interminable que raya la incertidumbre.LETO ATREIDES II, dios emperadorDe océano a desierto, de un mundo azul a la arena.Tras abandonar el recién conquistado Buzzell, Murbella volvió a Casa Capitular para supervisar los avances del desierto.Desde la torre de Central, tomó un ornitóptero.Era una mujer autosuficiente, y pilotó el tóptero personalmente sobre las dunas cada vez más extensas, donde los dominios de los gusanos seguían extendiéndose.Miraba el paisaje, las ramas quebradizas y sin hojas de lo que había sido un bosque frondoso.Los árboles alargaban sus ramas hacia arriba como hombres que se ahogan tratando de frenar la lenta marea de arenas aniquiladoras.Pronto, el nuevo desierto -­hermoso a su manera— engulliría todo el planeta, como Rakis.Yo elegí que este ecosistema muriera lo antes posible, dijo la voz de su Odrade-interior.Era lo más humano.—Es más fácil crear un yermo que un jardín.No había nada fácil en esto.No en Casa Capitular, y desde luego no para mi conciencia.—O la mía.—Murbella miró abajo, a aquel yermo estéril.Los huesos de un ecosistema estaban allí, desecándose bajo el sol abrasador de la tarde.Y todo como parte del detallado plan Bene Gesserit—.Pero hemos de hacerlo por la especia.Por el poder [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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